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El 4 de febrero se celebra el Día Internacional contra el Cáncer. Como todos los días internacionales de una cosa u otra, supongo que se ha hecho con la idea de concienciar sobre esta enfermedad en concreto, para recordarnos a todos que esta dolencia existe, para visualizarla en una sociedad acostumbrada a mirar en otra dirección cuando algo no nos gusta, o nos asusta, y de la cual, sólo nos acordamos cuando nos toca en primera persona.
Pues nada, ya tenemos encima el año 2022. Tenemos por delante 365 días (bueno, ya unos poquitos menos), para continuar con nuestras vidas. ¿Y cómo rellenaremos esa cantidad de días hasta el siguiente 31 de diciembre? Bueno, pues cada uno sabrá lo que puede/quiere/desea hacer con ese tiempo por delante.
Pues casi sin darnos cuenta, ya tenemos encima de nuevo otras Navidades. Ya estamos en diciembre, se acerca La Navidad, (Navidad is coming), se acercan las vacaciones, las comidas de empresa, las reuniones familiares, los polvorones, las fiestas de fin de año, las uvas, las lentejas, los lacasitos, las preuvas, la ropa interior de color rojo, los “felices fiestas” por todos lados, los villancicos, los macrobotellones y las fiestas ilegales, los regalos, los contagios del covid, las hospitalizaciones, la enésima oleada y todas esas cosas que suelen traer estas fiestas entrañables.
El día 16 de noviembre se celebra, como cada año desde 1996, el Día Internacional para la Tolerancia, instaurado por la Asamblea General de la ONU. Es un día de reflexión, en el cual, tal y como comentan Las Naciones Unidas, “se debe abogar en fortalecer la tolerancia mediante el fomento de la comprensión mutua entre las culturas y los pueblos. Este imperativo está en la base de la Carta de las Naciones Unidas y de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y es más importante que nunca en una era en la que el extremismo y el radicalismo violentos van en aumento y los conflictos se caracterizan por un menosprecio fundamental de la vida humana”.
Otra de las muchas consecuencias que ha traído el Covid es la escasez acuciante de eso que llamamos comúnmente microchips, algo que no sabemos exactamente qué es ni para qué sirve, pero que por lo visto es algo imprescindible para la supervivencia de la raza humana.
Entre las diversas y numerosas cosas que ha traído esta pandemia que aún sufrimos, aunque haya demasiada gente que habla de ella en pasado, como si ya no existiese, es que da la sensación de que se ha descubierto una nueva enfermedad que padece la población masivamente. Estoy hablando, bueno, escribiendo, ya nos entendemos, de la salud mental.
El mejor día mundial para todo el mundo tendría que ser el Día Internacional del Abrazo, el 21 de enero. Este día podemos tocar y acercarnos a la persona más enigmática, ansiada, añorada y siempre querida que vemos.
A medida que se acerca final de año, muchas personas hacen propósitos para cumplir, retos para lograr en el año que está a punto de empezar. Porque los humanos somos así, necesitamos fechas señaladas para reflexionar, para comprometernos, para celebrar la vida, para empezar nuevos proyectos, para cerrar etapas y emprender nuevas… Da igual si esto es racional o no, lo importante es que aprovechamos aquella ocasión para marcarnos objetivos, para decidir sin miedo, para coger las riendas de nuestra vida, para dejar de funcionar con el piloto automático.
Los que tan solo lean el título de este post pensarán que soy una revolucionaria a quién le gusta provocar e ir contracorriente, quizás hay un poco de esto pero no tanto como podríais pensar. Cómo sea, en estas líneas, me gustaría compartiros toda una serie de cosas que hago a pesar de que no siempre sean muy aceptadas por la sociedad o por el grupo. Es más, continuaré haciéndolas a pesar de todas las críticas que he recibido y recibiré.
Ahora hace unos 9 años que decidí abrirme al mundo, dejar de estar cerrada en mí misma para tratar de conocer gente con quien, de alguna manera, compartir la vida. Mentiría si dijera que fue un proceso bonito y fácil, nada más lejos de la verdad. Con más de 30 años, algunas habilidades sociales más que enmohecidas y en un mundo poco tolerante hacia “ciertas cosas”, sufrí mucho dolor y me sentí rechazada en muchas ocasiones. Ahora bien, creo que, finalmente, mereció la pena.
A pesar de que leer es mi gran pasión, mi mejor medicina y mi hobby más preciado, nunca me ha gustado la poesía. Ahora bien, sí es verdad que, a lo largo de mi vida, hay algunos poemas que me han gustado e, incluso, hubo uno que marcó mi vida. Corría el año 2000 y un compañero de facultad me lo envió ente los albores de internet y en un momento en que yo sentía cierta confusión vital.
Desde mi humilde punto de vista, estamos viviendo un momento histórico (como mínimo en Occidente) en que los “ismos” están marcando la vida de las personas y de las sociedades. ¿A qué me refiero? Nada más y nada menos que a los: feminismo, ateísmo, nacionalismo, veganismo, etc.