(Blog) Cuando la señal se hizo humo
Un sueño de atardecer. Sin viento, sin brisa que tocar. Sin más color que el de un cielo azul pastel, con mosaicos de cirros y limbos anaranjados.
Un sueño de atardecer. Sin viento, sin brisa que tocar. Sin más color que el de un cielo azul pastel, con mosaicos de cirros y limbos anaranjados.
Sigo sobre la idea del destino, últimamente sigo reencontrándome, coincidiendo con gente que conocí hace tiempo y somos como las luces de los barcos que se encuentran en la niebla, a veces solemos hacerlo en la luz y el bullicio de todos los bares, o en los destellos de las luces de neón de esta gran ciudad.
El 30 de julio se celebra en algunos países, especialmente sudamericanos, este día de la amistad. Pero ¿cómo es la amistad en la era digital?
Cuánto poder tiene en nuestra vida una taza de café. En ocasiones es la más barata excusa de unión entre la gente. Decimos aquello de: ¿quedamos para hacer un café…?
Es increíble: me fascina ver cómo trabajan las hormigas, tan pequeñitas y organizadas, sabiendo muy bien cuál es función, trabajan en silencio y pasan casi inadvertidas, pero así constantes y tenaces y al final su esfuerzo será recompensado, dará sus frutos.
En este mundo lleno de pesimistas profesionales y discursos apocalípticos de todo tipo, a veces encuentras cosas que te llenan de esperanza. He leído el libro “En Defensa de la Ilustración” de Steven Pinker y es un rayo de optimismo.
El 21 de septiembre se celebra el Día Internacional de la Paz, con la idea de propagar los ideales de la misma. Desde la caída del bloque del Este la cuestión mejoró substancialmente.
Todos llevamos un millonario en cubierta. Dar las gracias por haber nacido y tener la oportunidad de disfrutar de la vida. Millones son las formas de hacer realidad nuestros sueños.
Últimamente el tedio y el hastío me hacen más compañía de la que debían, pero me rebelo, me reinvento a cada momento.
Recuerdo una foto de un anuncio que vi hace años. Un hombre enormemente gordo llevaba una copa de coñac en una mano y un puro en la otra mientras miraba un partido de fútbol. Ese hombre daba un poco de pena, pero había personas que se reían.
Estoy a punto de marcharme, y digo marcharme pues me voy a dormir. A desconectarme por completo del racionamiento y navegar por esas aguas de ensueño.
Nunca creí en el destino, me gusta más pensar que todo es casualidad, una bonita y sutil sorpresa, coincidencia, pero es que últimamente el pasado irrumpe con fuerza, cada vez más…
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