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Últimamente estoy viviendo grandes cambios en mi vida. Nuevo trabajo, nuevos amigos que conozco a través de grupos con intereses y aficiones afines, nuevos intentos de pareja, nuevos reencuentros con pasados sentimientos familiares, nuevos aprendizajes sobre cómo escribir y editar libros y una gran mejora exponencial de mi nivel “First”, algo caducado, de inglés, a través del trabajo, en el que mis compañeros son de habla inglesa y donde, además, me van a facilitar entrar en una academia de inglés de forma gratuita, etc. Como veis, muchas cosas nuevas. Sin embargo, me gusta el cambio, porque conlleva aprendizaje, y aprender me hace sentir viva.
A veces tenemos la sensación de que nuestras vidas van a parar a sitios que no esperábamos. Sin embargo, ¿quién no lo esperaba, mi yo racional o mi yo irracional? De eso va este artículo: vamos a observar algunos motivos irracionales que nos pueden llevar a situaciones que realmente, o conscientemente, no queremos que se den.
Los momentos catárticos son aquellos que invaden nuestro cuerpo y mente de una plenitud inexplicable, intangible y que eleva nuestras almas. En ellos, sentimos que estamos viviendo algo parecido a un sueño, y se disipan por completo nuestros pensamientos premonitorios: sólo estamos allí. Tales momentos también se presentan de manera bastante inesperada, y de ahí la intensidad de nuestras reacciones, positivas claro.
Los niños son seres muy especiales que llenan nuestras vidas de luz e ingenuidad. Por eso y por muchos otros motivos merecen tener un día de celebración universal sobre ellos, sobre su importancia en el mundo. En 1954 se decidió que ese día fuera el 20 de noviembre; en 1959 se redactó la declaración de derechos del niño, y en 1989 se realizó una importante convención sobre los mismos.
Hasta hace bien poco estaba de moda la extrema delgadez. Así, se promocionaban cremas, gimnasios, dietas, y se hacía eternamente infeliz al ser humano al darse cuenta de que era casi imposible llegar a ese objetivo físico, si no estabas dispuesto a malvivir.
No voy a describir la historia y fechas de este día que es hoy, el Día de la Mujer. Estamos más que saturados de información que se ofrece en medios como la televisión, prensa escrita o radio, que informan sobre estos asuntos más de tipo histórico. Yo prefiero enfocar mi artículo a la parte más emocional o subjetiva de este día.
Son tan amplias las posibilidades de maltrato de género que no sé por dónde empezar. Para personas como yo, con personalidad algo impulsiva (mucho mejor ahora gracias a la medicación), con predisposición a experimentar y con baja autoestima (mejorable muy a largo plazo con terapias), si le sumamos la crisis laboral y de valores que sufre nuestra sociedad, es fácil encontrarse con situaciones donde vas a sufrir violencia de género.
Suena extraño hoy día escuchar la palabra “perdón”, y también hacer apología de la misma, más allá de contextos religiosos. Pero yo me voy a animar a hacerla, porque en mi experiencia vital me ha reportado grandes satisfacciones el hecho de decir, y previamente sentir, ganas de ser perdonado.
Sé mucho sobre este tema, aunque lo conocí ya de mayor. En estos últimos años de mi vida mi cabeza se ha llenado de foros, libros, wikipedias, grupos específicos… sobre lo que es y cómo se vive el TLP.