(Blog) Sant Jordi, ¡rescátanos!
Lunes fue Sant Jordi, uno de los días más importantes que celebramos los catalanes, junto con el 11 de Septiembre, la Diada Nacional. Y como quien no quiere la cosa, tambié se celebra el Día Mundial del Libro, instaurado por la UNESCO el año 1995. Quiero hacer mención que en la instauración de esta fecha tuvo mucho que ver la fiesta de la rosa y el libro que celebramos en todo el país, y que desde hace unos años disfruta de amplio eco mundial.
Escrito por: Roger M. Vilaplana
Sí, sí, Sant Jordi es el día que parece que todos nos ponemos de acuerdo para salir a pasear a la misma hora, rondamos las mismas calles y nos reunimos en las mismas paradas. Cuando era niño la locura de Sant Jordi me abrumaba cuando bajábamos a Barcelona. Aquellas riadas de gente que iban Rambla arriba Rambla abajo, me hacían repelús. Y con las manitas me cogía muy fuerte a las manazas de mis padres, no fuera caso que me perdiera en aquel bosque de piernas. Levantaba los ojos, y observaba un montón de locos removiendo libros y luciendo rosas rojas. Entonces no se hacían de colorines. "¿Qué hacen, los mayores?" debería de pensar.
Me hice mayor y lo averigüé. Y caí a gatas en el encanto de nuestro día de los enamorados (huye, huye, San Valentín). La alegría de mi novia cuando aceptaba la rosa que le ofrecía, sellada con un beso muy dulce, no tenía precio. ¡Qué añoranza!
La leyenda de Sant Jordi es de origen incierto. Hay quienes la sitúan en el antiguo Egipto, en la Palestina bajo dominio romano, en la Italia del Renacimiento o en la villa ducal de Montblanc. La versión cristiana, la más extendida, explica que Sant Jordi fue un soldado romano que se negó a perseguir cristianos. Y lo pagó con creces, con tortura y muerte. En la historia catalana Sant Jordi está muy presente dado que, a la vez que es patrón de Cataluña, también lo es de los legendarios almogávares y de la realeza catalana. Está documentado que en el siglo XV a las doncellas ya se las ofrecían rosas 'de sangre', evocando la que derramó el dragón muerto. La que yo leía de pequeño, por el contrario, no pasaba en ningún lugar concreto. Con posterioridad he descubierto que debería de leer la que transcurría en la capital de la Conca de Barberà.
¿La historia de Sant Jordi es veraz o es una invención? A mí no me importa, porque cómo dirían los italianos, "si non e vero, e ben trovato". Mi Sant Jordi ideal sería aquel que venciera el dragón de mis miedos y angustias. ¿No sería fantástico? ¡Que Sant Jordi mate todos nuestros dragones!