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(Blog) Cuando la señal se hizo humo

atardecerUn sueño de atardecer. Sin viento, sin brisa que tocar. Sin más color que el de un cielo azul pastel, con mosaicos de cirros y limbos anaranjados.

Escrito por: Ángel Muñoz

Serena es la orilla como tranquila es mi estancia aquí, rodeado de un entorno natural, en paz. Es el momento de una señal: enciendo un cigarrillo y el sentimiento se hizo humo.

 

Se gira el aire y un verde plata de los olivares se refleja en mis ojos, como espejos simulando sombras de mi recuerdo. El humo aparece entre el halo de mi boca desprendiéndolo hacia el infinito, dejando el rastro de su peculiar calada.

 

La suave dimensión de mis iconos, ahí sentado en el butacón de esta terraza, clausura todos los momentos de un día incierto. Un día caluroso de verano al que nos falta tiempo para entender el porqué de las cosas que nos han acontecido.

¿Pasa el tiempo o por el contrario pasamos nosotros a una velocidad de vértigo?
Se encienden las luces de la calle como luciérnagas en fase de transformación, es otra señal que nos advierte que la noche está cayendo. Unas gotas de agua que acostadas en esas ramas de olivo aparecerán a la mañana siguiente en estado de rocío.

 

Cuan maravilloso es el cantar de los pájaros en su retirada a sus nidos, libres con un destino fijo y con un vuelo de esperanza y gratitud a los aquí presentes. Pensando, mirando al horizonte me acerco mi mano a la boca sosteniendo el cigarrillo entre mis dedos preparado para hacer otra señal de humo. Esta vez algo quebrada, quejosa, sin alma, sin poder adivinar qué es lo que pasa. El filtro de tabaco se estaba apagando, como también me estaba apagando yo. Son esos momentos de cansancio, de agotamiento manifiesto, para un pensamiento cada vez más fugaz y turbio.

 

El sueño se hace mella en mí. No tengo otro recurso que tomarme un café.
Deseo seguir escribiéndote, acariciar esta mi pluma deslizarla sobre el papel y darle sentido a mis palabras. Una condición que me vuelve a animar de mi letargo pasajero, restaurando la belleza de mi señal, encendiendo otro cigarrillo. En este caso bajo la tenue luz de una farola. Una continua y fina hilera de humo se pasea por el firmamento.

 

El cielo de repente se estremece dejándose escuchar un estruendo allá en lo más alto. Lo que hasta ahora había sido un remanso de paz y de tranquilidad había pasado a convertirse en un estado de truenos y de lluvia. Olores evocadores a hierba fresca y tierra mojada harán nuevamente de mi entorno una fantasía para mi recuerdo. Lágrimas caídas de manera vertical, sutiles, como en cortina que mezclado con el humo de mi cigarro hacen un ambiente de fusión, de aromas neutros, profundos, limpios y liberadores, frescos y francamente emotivos. Es un placer aferrarme al pasado en un momento como el que estoy viviendo ahora. Esos recuerdos de mi infancia evocados a una circunstancia ya acontecida. Mi señal esta vez se ve entrecortada por el agua. Me encuentro en la tesitura de dejar para más tarde las señales que se hicieron humo.

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