(Blog) El Día Universal de la Infancia
Cuando era pequeño recuerdo como se me hacían de cortos los doscientos metros que había hasta el colegio. El miedo de encontrase las burlas de mis compañeros. Cuando hacia séptimo de la EGB era un infierno. Puede que no recibiera tantas tortas, pero como decimos en ajedrez, la amenaza hace más que el mismo ataque. Llegar tarde, pasar entre los otros niños más o menos intacto y sentarse en tu pupitre. El último de la fila, para evitar puñetazos por la espalda. De vez en cuando el de delante me daba algún puñetazo para que recordara quien mandaba.
Escrito por: Fèlix Rozey
El bullying es cosa de todos los días. Los niños que estudian mucho, los que por alguna razón son diferentes, pueden ser las víctimas, pero en realidad todos podemos ser víctimas del bullying. Es difícil sobrevivir cuando toda la clase o casi toda se ha puesto en contra de ti. Yo pasé así varios años. Los otros chicos me maltrataban y pegaban y no necesitaban ninguna razón.
Os aseguro que es una jodida situación. Mi padre no me hacía caso. “Cosas de chicos”, decía, y seguía leyendo. Es verdad, son cosas de chicos, una amargante cosa de chicos. Estas cosas pasan. Y igual te dejan secuelas para toda la vida. Se calcula que el setenta por ciento de los niños que padecen bullying desarrollan un problema mental en la edad adulta. Una cifra aterradora.
Y repito, no tiene por qué tener ninguna razón.
Hoy es el Día Universal de la Infancia. Y sirve para recordar que los niños son el colectivo más vulnerable. Quizá no te hicieran bullying. Quizá recuerdas que lo hiciste. Ahora es el momento en que tenemos que cambiar las cosas. Y las cosas, precisamente, se cambian poco a poco.
No queremos más niños que parezcan animales acosados. Y hay recursos. Se puede ir a un psicólogo o a alguno de los recursos que te ofrece la comunidad. Pero tienes que moverte. Las cosas no se solucionarán solas. Quizá, si tu sufriste el bullying de pequeño, estás más sensibilizado en ayudar a tu hijo. Hay que moverse. No son “cosas de chicos”.
Recuerdo que yo nunca me quejé al director o a mi padre. Decir cosas de puñetazos a los padres era de “poco hombre”. Y menos aún a los profesores.
Pero eso es lo que han de hacer. Porque si no, la cosa puede ir a más. Habla, habla si lo necesitas, diría yo.