(Blog) Las relaciones interpersonales: una batalla de doble signo
Durante unos cuantos años, quizá los que se consideran que tendrían que ser los “mejores” de la vida de cualquier persona, decidí (o quizá no tuve más elección) aislarme del mundo y mantener únicamente las relaciones imprescindibles para sobrevivir, eso ws, familia de origen (por suerte, la mía es mínima) y contactos de trabajo. Soy consciente de que hice lo mejor que podía en ese momento pero que tanto tiempo en la soledad me convirtió en una criatura en aquello que tiene que ver con las relaciones personales.
Escrito por: Marta Abad
Superados con creces los 30 años, decidí, con prudencia y no menos desesperación y falta de fe, abrir una grieta al mundo; empecé a dar pequeños pasos para conocer gente; siguiendo mi esencia y valores, lo hice de forma no indiscriminada, acercándome a personas con quien nuestras esencias pudieran encajar.
Han pasado unos cuantos años desde entonces y sería injusto y poco realista negar que ha sido un camino más bien duro, con muchas piedras, con muchos momentos en que hubiera vuelto a la “cueva”, topándome con menosprecios y con las dificultades que mis propias limitaciones han generado. Hay personas que han pasado por mi vida de forma fugaz, otras que se han quedado durante un tiempo más largo; de algunas he aprendido, otras me han generado más dolor que alegría, muchas me han servido de espejo o me han señalado, explícitamente o implícita, aquello que tenía que seguir mejorando, etc.
En algunos momentos en que creía que estaba llegando a un cierto equilibrio interrelacional, he visto que aún me faltaba mucho por aprender, me he desencantado de mí misma y hasta me he castigado o he sentido conmiseración de mí misma. Una pregunta que me he repetido decenas de veces es el por qué a mí me cuesta tanto aquello que es natural para otras: la interactuación, la relación con los demás, la comunión, la amistad.
Evidentmente, si sigo transitando este camino es porque he encontrado aspectos positivos, ¡sin duda! He aprendido mucho sobre mí misma, he conocido otras realidades y maneras de pensar que me han ayudado a configurar de forma más madura mi propia visión de la vida, me he acercado a conocimientos por los cuales, motu propio, nunca me hubiera interesado, he reído, he compartido… pero lo más importante ha sido saberme parte de algo, sentirme querida y aceptada. Y he dado gracias por este don, por tener la fuerza de ir al encuentro de un mundo ajeno y lleno de dudas pero que, en el cómputo global, parece que está mereciendo la pena.
Insisto en que la batalla contra mis fantasmas y hándicaps no está ni mucho menos ganada. Estos me boicotean especialmente cuando no estoy bien, cuando mis emociones negativas son las imperantes. Y es frustrante y doloroso porque un trabajo de meses o años, en ocasiones, se pierde por una semana mala. Muchos dirían que he de aprender a ser resiliente, no les faltaría la razón, pero yo añado que, en ocasiones, necesito el descanso del guerrero para recuperar fuerzas y tener perspectiva. Quiero pensar que esto es una carrera de fondo y que cada día es una nueva oportunidad para mejorar y para mostrar una versión mejor de mí misma. No forzada o maquillada, sino trabajada y esencial, desde el corazón.
Aunque relacionarme me ha generado más dolor que vivir encerrada en mi mundo particular y minúsculo, me ha convertido en una persona más completa, sana, tolerante, menos gris… y me ha permitido vivir momentos de plenitud de alegría sincera que dudo haber podido tener en mi solitud.