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(Blog) Elogio a los vínculos

vinculosHace unos meses veía un reportaje titulado “La teoría sueca del amor” el argumento del cual era la promoción de una vida de las personas por parte del gobierno del país escandinavo así como sobre las consecuencias de haber instaurado esta política en las últimas décadas. Si no dijéramos más sobre el tema, pocos podrían oponerse a un objetivo tan digno.

Escrito por: Marta Abad

Ahora bien, solo para citar la que me va sorprendió más, una de las consecuencias de esta apuesta de largo plazo es la muerte de muchas personas en su casa sin que nadie las eche de menos y teniendo que ser los vecinos quienes, por el olor, adviertan las autoridades. Incluso, se ha creado una unidad especial encargada de ir a las casas donde se reportan este tipo de hechos, para encargarse de toda la tramitación relacionada con un deceso.

 

¿Estamos nosotros, sociedad mucho más basada en los vínculos comunitarios, dispuestos a pagar este precio a cambio de una supuesta independencia de los sujetos? ¿Queremos alienar la familia y el grupo de su sentido para convertirnos en seres autónomos y autárquicos? Por supuesto, se trata de una decisión individual y cada cual tiene derecho a decidir como gestionar y liderar su vida ahora bien, ¿tiene derecho el Estado a decidirlo y actuar en consecuencia en nombre de todos sus ciudadanos?

 

El ser humano forma parte de la colectividad y, hoy en día, ya hay pocas dudas sobre su naturaleza social. De hecho, es el animal que, después del nacimiento, depende más y durante más tiempo de sus progenitores para salir adelante. ¿Es esto malo? ¿Queremos ignorar nuestra naturaleza?

 

Encuentro escalofriante y deprimente la idea de que cualquier persona muera sin que nadie la eche de menos como si esta vida hubiera sido un hecho aislado sin ningún tipo de vínculo con el resto del mundo, con otros individuos del entorno más próximo o más alejado. Desgraciadamente, esta realidad se está imponiendo en muchos países occidentales sea por políticas sociales como en el caso de Suecia, sea por el creciente culto al egocentrismo más descarnado.

 

¿Por qué tendríamos que convetirnos en seres absolutamente independientes que no requieran nada y nunca hacia otro individuo? ¿Qué sentido tiene esto? ¿Es realista? ¿Lo queremos para nosotros? Creo que, como mínimo, este escenario requiere de un pensamiento meditado.

Es muy evidente que, como sociedad, tenemos que conseguir que las personas puedan valerse por sí solas en lo posible para hacer su día a día pero llevar este deseo sano al extremo genera un peligro que se ve reflejado en esta soledad casi auto-impuesta pero, posiblemente, causa de reproches y dolor del alma.

 

Formar parte de una familia, de un grupo, de una comunidad en las cuales las relaciones son sanas son un don por el cual tendríamos que sentirnos agradecidos cada día. Saber que alguien piensa en nosotros, se preocupa y procura por nuestro bien tendría que hacernos sonreír de alegría, tranquilidad y paz. Poder levantar la voz sin temblores para pedir ayuda tendría que ser considerado un acto puramente humano y natural, nunca de debilidad, más bien de humildad y ansia de avanzar y crecer. Por supuesto, este talante o estado mental comporta que nosotros también estemos dispuestos a ofrecer nuestra mano al prójimo cuando tenga necesidad; incluso, siendo proactivos en la hora de prestar nuestro apoyo.

 

Ser parte del grupo nos dota de calidades que de otro modo no podríamos desarrollar y que no hacen sino fortalecer nuestra humanidad. Desde la teoría de un libro o un manual, parece utópico creer que uno puede ganar en comprensión, tolerancia, empatía, misericordia... y, en cualquier caso, ¿para qué hacerlo si no tenemos que relacionarnos o hacerlo mínimamente? Reflexionemos, pues, hacia dónde nos lleva una sociedad que fomenta, primariamente, el individuo, su goce sin tener en cuenta el conjunto.

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