(Blog) Día Mundial del Libro y San Jorge o como la lectura me ha regalado la vida
Quien lea el título de este post no entenderá nada o, en el mejor de los casos, creerá que se trata de una hipérbole, nada más que esto. Para mí, no hace sino reflejar una realidad. Bien es verdad que le debo la vida a mis padres, tanto la biológica como todo el resto: los estudios, el sustento durante muchos años, el apoyo en la enfermedad...etc. Ahora bien, si no hubiera contado con la lectura como refugio de mi sufrimiento, de mi cruz, dudo mucho que ahora estuviera aquí. Quizás creéis que exagero pero esta es una de mis grandes verdades.
Escrito por: Marta Abad
A buen seguro conocéis gente que tiene el deporte, la fiesta o algún tipo de manifestación artística- ponemos que la pintura- como válvula de escape; la mía son los libros. Ahora bien, no penséis que esto es un ademán de intelectualidad que, como algunos lo pretenden, me sitúa en un tipo de élite cultural. ¡Al contrario! Leo libros que me entretienen, que me hacen pasar el rato, que me evaden de mis pensamientos negativos, que me hacen concentrarme solo en las páginas que devoro.
Cuando esta afección empezó a formar parte de mi vida sí que me obligaba absurdamente a leer aquello que se suponía que era culto, clásico o digno de ser leído. Por suerte, esta obsesión no duró mucho y, al poco tiempo, empecé a escoger aquellos libros que, simplemente, me apetecía que formaran parte de mi vida. ¿Qué sentido tiene imponer a mi más gran pasión un límite de cualquier tipo? De este modo, hubo momentos en que me encabezoné en leer libros y libros de un escritor/a o temática que me fascinaba en aquel momento. En otros, simplemente he ido saltando de novela en novela sin un criterio demasiado fijo o, simplemente, sin más criterio que sentirme atraída por la sinopsis de la contraportada.
Otra licencia que me he permitido es no obligarme a acabar aquellos libros que no me enganchan. ¿Por qué motivo lo tendría que hacer? ¿No es bastante corta la vida y casi infinitos los libros existentes como para “perder el tiempo” con aquellos que no están hechos para nosotros (o para un momento determinado de nuestras vidas)?
Durante gran parte de mi vida y más allá de mi familia más próxima, he estado o me he sentido sola o, simplemente, no me sentía con ánimo de relacionarme. Salir a pasear o ir al cine sola habían sido opciones pero cubrían una parte ínfima de los anocheceres o de los fines de semana. Por suerte (una suerte nunca suficiente valorada) tenía- y tengo, está claro- mi universo de lectura. Y, está claro, también de las bibliotecas de Barcelona. Por qué, además, tengo la suerte de que mi pasión no tiene precio, en su doble acepción: es un regalo inestimable para mí y no tengo que invertir ni un euro para disfrutarla. ¿Qué más puedo pedir?
Ya hace unos diez años descubrí que había otra cosa que me generaba inquietud y casi ilusión, los idiomas. Bien es verdad que no estoy especialmente dotada pero sí que me fascinan y me retan. Así pues, tengo la gran fortuna de poder combinar dos aficiones que resultan en poder leer en lengua extranjera.
Creo que puedo asegurar sin miedo a exagerar que ha habido muchos momentos en que he conseguido mantenerme serena y en pie, arraigada en esta vida, gracias a saber que nunca se me acabarían los libros, que podía tener siempre uno en las manos. Hasta el punto que hace muy pocos años (y acabo de pasar los 40) me decidí a hacer un tatuaje que dice: “You are not alone.” (“No estás sola”), haciendo referencia, justamente, a los libros. Mi segundo y creo que último tatuaje también tiene que ver con una saga de libros muy conocida. Imaginaos donde llega mi agradecimiento y deuda hacia la lectura.
Dicho esto, yo celebro San Jorge cada semana o cada quince días, cada vez que voy a una de mis bibliotecas favoritas o más próximas y escojo aquellos dos o tres libros que me acompañarán en un pequeño periodo de mi vida.
Con esta breve disertación no pretendo, nunca lo he pretendido con nadie, convenceros de que leáis, ni que hacerlo sea uno de los gran placeres de la vida; ni mucho menos. Simplemente, me gustaría transmitiros que encontrar una pasión o, simplemente, algo que nos guste y/o un refugio en nuestro sufrimiento, a nuestra cruz es una fortuna inmensa. Cada cual encontrará la suya y quizás esta cambia con los años, ¿por qué no lo tendría que hacer? Las personas evolucionamos y, por lo tanto, aquello que nos motiva y mueve también puede hacerlo. Simplemente, dejaos enamorar por aquello que os haga latir el corazón, os calme vuestras aflicciones u os genere una sonrisa.
Y está claro, si como yo, sois de los que nunca os falta un libro en la mochila o en la bolsa: ¡buen San Jorge (cada día)!