(Blog) ¡No dejemos nunca de jugar!
Ayer domingo paseaba con mi pareja por las calles de la pequeña ciudad de donde él es originario y dónde vivimos. Nos gusta la vida sencilla, sin grandes acontecimientos o parafernalia, con lo cual, siempre que los deberes cotidianos lo permiten, disfrutamos de estirar las piernas en aquello que ya podemos denominar nuestro recorrido habitual.
Escrito por: Marta Abad
Normalmente aprovechamos este espacio para ponernos al día de nuestras vidas respectivas, cada detalle es relevante para el otro, cualquier cosa, por nimia que sea, tiene su importancia.
Estas conversaciones también nos nutren mental i emocionalmente porque nos permiten intercambiar puntos de vista de la vida, de los sucesos que se acontecen. Puesto que, a pesar de que compartimos valores fundamentales, tenemos un esquema mental muy diferente que nos ayuda a complementar nuestra visión de la vida. Parece mentira dar una vuelta dé para tanto, ¿verdad?
Ayer, en mi inquieta mente que no para ni un segundo (si sabéis dónde reside el enchufe para desconectar, ¡avisadme!) se me ocurrió introducir en este momento mundano un juego muy básico y trillado: buscar palabras o nombres propios que cumplieran con una condición pre-establecida. Empezamos con los municipios catalanes que contuvieran el nombre de un Santo o de una Santa, seguimos con los nombres de mujer y de hombre que empezaran por una determinada letra, etc. Evidentemente, no descubrimos nada nuevo que no se haya usado en aulas, en casales, en actividades extraescolares o en juegos de mesa entre amigos.
Para mí, la “novedad” aquí reside en hacerlo en un espacio que, a priori, no es el habitual y, quizás, tampoco lo son nuestras edades. Si bien, después de haberlo propuesto, me daba cuenta de que, más allá de generar actividad neuronal, me conectaba con el juego. Como persona racional y amante de la eficiencia y de aprovechar el tiempo, el juego no tiene un espacio demasiado importante en mi vida. Si bien, ayer lo disfruté, me sentí viva, cambié una rutina sin esfuerzo y, por qué no, también conocí nombres de villas o de persona que nunca antes había oído
Reflexionando, llego a la conclusión de que, a medida que nos hacemos mayores, jugamos demasiado poco y, cuando lo hacemos, y en muchos casos, buscamos ganar. Personalmente, pienso que, justamente, la grandeza de jugar reside en pasar un buen rato, en generar un vínculo con otras personas a través de una herramienta muy poderosa, de entrenar la resiliencia, de dejarse llevar por un rato de divertimento sano.
Con esto, no ninguneo, ni mucho menos, el juego competitivo que también presenta unas bondades necesarias para andar por la vida: el esfuerzo, la superación, el logro de metas, la comprensión de las reglas, etc. Ahora bien, cada cosa en su momento y en su justa medida. Porque querer ganar siempre en la vida es pervertir la esencia de diversión que tiene el juego, convertirlo en una tensa y estresante tarea de confirmación de nuestros egos.
Evidentemente, cada cual encontrará su/s juego/s favorito/s, las posibilidades son infinitas y, en muchos casos, la necesidad de recursos es prácticamente nula. No todas sus formas convienen a todo el mundo. Por ejemplo, recuerdo que en mi post-adolescencia, el que era mi mejor amigo, me explicaba las partidas de rol por la noche-madrugada que jugaba con sus amigos. Cuando lo escuchabas no podía sino maravillarme por el ejercicio de imaginación que suponía crear aquellos mundos tan fantasiosos. Me gustaba que me hiciera partícipe, pero dado que la ciencia ficción no es de mi agrado, creo que nunca me hubiera animado a formar parte de aquellos encuentros nocturnos.
En mi caso, es fácil saber qué tipo de juego me puede gustar, emocionar, dar risa, ayudar a hacer que el tiempo pase sin darme cuenta: como amante del lenguaje, de las palabras, todo aquello que tenga que ver contará con una garantía de éxito. Adicionalmente, jugar no tiene por qué entrar en contradicción con aprender que, en mi caso, es uno de mis motores vitales. Ahora bien, como apuntaba más arriba, entonces se tiene que entrar en una disposición de ánimo en qué ganar pierde cualquier tipo de relevancia y, aquí, la humildad juega un rol clave.
¿Sabes tú cuál es el tipo de juego que te llena el corazón y te hace reír y pasar un momento agradable?
Para finalizar esta pequeña reflexión, os comparto unas citas sobre el juego para seguir pensando:
“En una hora de juego se puede descubrir más sobre una persona que un año de conversación”. Platón.
“No dejamos de jugar porque envejecemos; envejecemos porque dejamos de jugar”. G.B. Shaw.
“El juego verdadero es espontáneo, incierto: nunca se sabe dónde llevará. No consiste en ganar o perder, ni en lograr un objetivo o hito”. Carl Honoré.
“El juego, por inocente que sea, pone a cuerpo descubierto igualdades y afinidades, porque cuando jugamos con alguien no existen las fronteras, ni las jerarquías, ni las biografías; el juego es un espacio de todos y para todo el mundo.” Albert Sánchez Piñol