(Blog) La ética del uso y consumo de medios
Para los que ya tenemos una edad, el año 1992 supuso un antes y un después en la manera de hacer periodismo en España. Tres adolescentes fueron brutalmente asesinadas en la localidad valenciana de Alcázar.
Escrito por: Marta Abad
Los canales de televisión, pocos en el nuestros país en aquel momento, hicieron un seguimiento exhaustivo y, en muchos casos, traspasando la frontera de la información para entrar en un terreno absolutamente asqueroso - lo siento, no hay otro término para describirlo-, relatando cada detalle de la tortura que las chicas habían sufrido antes de morir. Me pregunto cómo debían sentirse los padres, familiares y amigos de las jóvenes escuchando aquellos relatos sobre las últimas horas de la vida de sus seres queridos.
A partir de entonces, no ha habido tregua por parte de los medios. Como casos escalofriantes donde no se han ahorrado minutos de pantalla ni detalle de los sucesos, recuerdo entre otros especialmente aquellos en que ha habido criaturas involucradas. Prefiero no mencionar los nombres de los “expedientes” ni de los pequeños o jóvenes que ya no están. Estoy convencida de que algunos de vosotros no tardaréis más que unos segundos en rememorarlos.
Ante esta manera de hacer periodismo, me pregunto: ¿es necesaria?, ¿qué aporta al caso?, ¿qué valor tiene para la sociedad? Y, sobre todo, ¿no viola algún código deontológico de la profesión? Por otro lado, ¿no están obligados los tribunales a preservar el secreto de sumario en ciertos casos que puedan provocar daños psíquicos a quienes accedan a los detalles? No soy periodista ni entiendo de legislación, con lo cual no puedo hacer ninguna afirmación firme al respeto. Ahora bien, como ser humano, siento un profundo rechazo hacia esta cobertura mediática.
Evidentemente que policías, criminólogos, psiquiatras y otros profesionales tienen que poder disponer de la información que rodea estos sucesos horribles para aprender y tratar de prevenir otros en el futuro; no cuestiono en ningún caso esta transparencia. Pero, ¿qué hacemos nosotros, ciudadanos y ciudadanas sin ningún tipo de atribución de este tipo, con aquellos detalles que sabemos de estos actos inhumanos? Pienso que nada más que enfangarnos en un morbo desmesurado, posicionarnos políticamente (como si el asesinato tuviera algo que ver con la política) y erigirnos en pseudo-especialistas de las leyes o de la mente humana. Resumiendo: nada bueno. Evidentemente, las redes sociales no han hecho sino de altavoz de este desmadre verbal.
Es decir, mi crítica no solo se dirige hacia el mundo del periodismo en todas sus ramas - medios “clásicos” o online-, sino a aquellos que consumimos los contenidos y osamos opinar de una manera u otra. ¿Dónde queda, pues, el respeto hacia los que han perdido a los suyos? ¿Se nos ha olvidado o no somos capaces de empatizar? No pensamos que nosotros hubiéramos podido estar a su lugar o, incluso, nos puede suceder en el futuro.
Este último mes he estado pensando intensamente en este tema por dos sucesos muy diferentes entre ellos pero que, una vez más, me han hecho cuestionar la humanidad en este sentido.
Por un lado, la desaparición y muerte de las dos pequeñas de Tenerife supuestamente a manos de su propio padre. De nuevo, han sido innumerables las horas dedicadas al caso. He pensado mucho y la única parte que podría entender y justificar es la circulación de las fotos de ellas a fin de que, si alguien las viera, pudiera advertir a la autoridad competente. Nada más, ni un detalle más sobre su vida o la de su entorno. Ante una desgracia de este tipo, incluso las cosas hechas con buena intención pueden resultar desagradables. Por ejemplo, al saberse el desafortunado destino de la más mayor de las hermanas, circuló un dibujo de ellas como sirenas. ¿Realmente creemos que podemos romantizar una muerte tanto de este modo? Por no hablar del o de la dibujante que saca rédito de la desgracia dejando su firma en el dibujo. Creo que hemos perdido el norte.
Por otro lado, nos encontramos en uno de los partidos de la primera fase de la Eurocopa de fútbol en el que uno de los jugadores de Dinamarca se debatió entre la vida y la muerte y las cámaras - ignoro si de la propia UEFA- no dejaron de enfocar el cuerpo inmóvil del futbolista. Tuvo que ser el gesto del capitán de la selección danesa quien diera instrucciones a los suyos para rodear al compañero y preservar su intimidad. “A Dios gracias”, Eriksen parece recuperarse de lo que esperamos sea solo un susto, probablemente, el susto de su vida.
Me pregunto si, en algún momento de los próximos años o décadas, habrá un punto de inflexión en la manera de hacer y consumir periodismo o si llegaremos a cuotas de carencia de ética colectiva e individual todavía superiores (ignoro si pueden existir). Sea como fuere, por mi parte haré todo lo posible, aunque, a buen seguro, me equivoque y falle muchas veces, por no contribuir a este “circo romano” en que se está convirtiendo nuestra sociedad.