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(Blog) Fe

tolerancePartiendo de un muy breve fragmento del Nuevo Testamento, hemos acuñado la frase popular “la fe mueve montañas” para referirnos a la importancia de creer en algo para conseguir que se haga realidad. A pesar de que el origen de la misma sea cristiano y, por lo tanto, religioso, usamos la expresión para cualquier situación en la que esta actitud sea la más adecuada a fin de llevar a buen término nuestra empresa.

Escrito por: Marta Abad

¿Y qué queremos decir con esta expresión? Cómo apuntábamos más arriba, es lógico que su significado primigenio sigue siendo válido, es decir, señala la importancia de la oración por aquellos que creen en su Dios. No obstante, otros muchos también la usamos cuando deseamos un fin determinado para una situación que no parece demasiado favorable para nosotros. En cierto modo, nos motiva a seguir creyendo, a luchar, a no abandonar.

Pero, ¿qué entendemos por fe? El diec2 nos dice lo siguiente (en su acepción más general y, por lo tanto, no estrictamente vinculada a la religión): “Creencia firme en la fidelidad, en la veracidad, en la capacidad de alguien, en la verdad de algo, en la eficacia de algo.” Cómo podemos observar, la fe puede ser atribuida a personas o cosas y, a buen seguro, prácticamente todos nosotros nos hemos referido a esto cuando queríamos transmitir nuestra profunda confianza en las capacidades de otra persona o en un mismo, por supuesto.

Podríamos pensar que la fe es algo esotérico, un tipo de sentimiento atávico o de ritual de autosugestión y quizás no estaríamos del todo errados. Ahora bien, se trate de esto o de otra cosa, puede acontecer y, de hecho, acontece, el motor de muchos logros personales y, en la suma de estos, también colectivos. Porque, ¿es posible creer que, en caso de no tener fe en nuestras capacidades o en las de otros, nos aventuraríamos a emprender proyectos a largo plazo o con riesgo? Por ejemplo, ¿empezaríamos una carrera universitaria? ¿Nos casaríamos o tendríamos hijos con la persona que queremos a día de hoy? ¿Entraríamos a quirófano a ponernos en manos de alguien que, supuestamente, es cirujano y a quien no le temblarán las manos a la hora de cortar allá donde sea necesario? ¿Subiríamos a un avión cuando se trata de un medio de gran peso que vuela?

Podemos pensar en centenares de actos del día a día o, cuando menos, de la vida, en que hacemos un acto de fe sea basado en la experiencia propia o ajena, en la ciencia, en el buen funcionamiento de las leyes, en la ética colectiva, en nuestro potencial, en los sentimientos de otras personas, etc. Parece bastante evidente que los actos de fe basados en la ciencia o en las leyes son los más simples porque, más bien, se trata de inferir acontecimiento lógicos y racionales, no así en los otros casos.

A pesar de que pueda parecer paradójico, tener fe, creer en algo o en alguien, nos hace libres; libres de ansiedades y angustias porque hacemos un salto al vacío y confiamos en que aquello que deseamos y/o esperamos sucediera. Evidentemente, esta confianza tiene que ir acompañada de movimiento, de acción, de voluntad. Es decir, cuando se trata de un proyecto personal nuestra contribución es capital para que este llegue a buen puerto. La fe es, por así decirlo, el combustible que nos empuja a no desfallecer, a seguir luchando y a dar lo mejor de nosotros mismos con la vista puesta en la meta, en el objetivo.

Creer, siempre que no se trate de hacerlo en quimeras o utopías, es sano e, incluso, recomendable. Es cuando dejamos de creer en ciertos logros cuando acontecemos seres grises, erráticos, taciturnos, abúlicos e, incluso, resentidos con los otros. Porque sí, se puede perder la fe en la humanidad como tal a base de coger las muchas desgracias que algunos seres humanos infligen a otros sea por egoísmo o pura maldad. Ignorar esta oscuridad que forma parte del ser humano seria naif y contraproducente; ahora bien, centrar toda nuestra energía en denostarlo e ignorar la luz que emana de otras personas, puede ser igual de peligroso, si no más, dado que nos desprovee de toda motivación para luchar.

Personalmente, creo que una cosa que nunca tenemos que permitir es que nadie nos haga perder la fe en aquello en lo que la tengamos depositada. Una cosa es que nos aconsejen, nos abran los ojos cuando no vemos la realidad de las cosas; y una muy diferente que nos arrebaten la fe en nosotros mismos, en quienes queremos, en Dios... nadie tiene derecho y tendríamos que permitirnos, como mínimo, pedir a estas personas que dejen de cuestionar nuestros sentimientos o creencias. Porque la fe muy entendida no es nunca perniciosa, es algo personal, nos empuja, nos enaltece, nos permite llegar allá donde, de otro modo, posiblemente nunca llegaríamos o habríamos llegado.

“Tener fe requiere coraje, la capacidad de correr un riesgo, la disposición a aceptar incluso el dolor y la desilusión.”. - Erich Fromm

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