(Blog) Del estoicismo bien entendido
A pesar de que leer es mi gran pasión, mi mejor medicina y mi hobby más preciado, nunca me ha gustado la poesía. Ahora bien, sí es verdad que, a lo largo de mi vida, hay algunos poemas que me han gustado e, incluso, hubo uno que marcó mi vida. Corría el año 2000 y un compañero de facultad me lo envió ente los albores de internet y en un momento en que yo sentía cierta confusión vital.
Escrito por: Marta Abad
Me envió su traducción al catalán y, más adelante, busqué su versión original en inglés y también una de sus traducciones en castellano. El poema tiene como título la partícula condicional más habitual en cualquier idioma, “Si” y su autor fue Rudyard Kipling (autor también de “El libro de la selva”) que lo dedicó a su hijo.
Se me ocurren pocas maneras mejores de sintetizar una filosofía o manual de vida. Es posible que no todo el mundo esté de acuerdo con esta manera de concebirla si bien, en mi caso, cuadra con cómo yo creo que tendríamos que transitar nuestro camino. Hoy en día, posiblemente, sea compartido por bien pocos en un momento histórico en que el epicureísmo y el narcisismo imperan en todo occidente. Aquí lo tenéis.
“Si”
Si mantienes la cabeza fría cuando alrededor
Todo el mundo la pierde y además te hacen culpable,
Si confías en ti cuando todos dudan,
Pero permites también que te cuestionen;
Si esperas y no te cansas de esperar,
Si te engañan y no respondes con trampas,
Si te odian y tú no te permites el odio,
Ni haces ver que eres demasiado bueno ni sabio:
Si sueñas y los sueños no te dominan;
Si piensas y pensar no te paraliza;
Si cotejas el triunfo como el desastre
Y estos dos impostores tratos igual;
Si soportas de decir la verdad
Y que la tuerzan para engañar a los tontos,
O voces que han destrozado tus propósitos,
Y te agachas y los rehaces con herramientas viejas.
Si puedes amontonar todas tus ganancias
Y te las juegas un golpe a cara y cruz,
Y pierdes, y recomienzas nuevamente
Y no hablas nunca más de lo que has perdido;
Si pones corazón y nervios y tendones
Para cumplir los objetivos que se desvanecen,
y esperas tu turno cuando nada te queda
sacado de la Voluntad que te dice: “Espera”.
Si hablas con la gente y eres virtuoso,
No desprecias a la gente cuando vas con reyes,
Si ni amigos ni enemigos pueden herirte,
Si todos cuentan contigo, pero nadie demasiado;
Si el minuto implacable sabes llenar
Con sesenta segundos inestimables,
La Tierra es tuya y todo lo que hay en ella
Y, todavía más: serás un Hombre, hijo.
A partir de aquí, me gustaría extraer algunas reflexiones.
¡Qué importancia tiene mantenerse sereno ante las circunstancias adversas, no perder la cabeza y dejarnos llevar por el arrebato del momento! Ser capaz de tomar decisiones de las cuales no nos arrepentimos más adelante. Porque, mantener la cabeza fría no implica no tener emociones o sentimientos sino ser capaz de balancearlos.
Después Rudyard nos introduce tres cualidades enormemente importantes en muchos ámbitos de la vida: autoconfianza, esperanza, sinceridad y humildad. Evidentemente que la mayoría de nosotros estamos lejos de la santidad pero tendríamos que aspirar a ganar en estas virtudes tanto para vivir más tranquilos y en equilibrio como para hacer del mundo un lugar mejor. Personalmente, siento necesidad de mejorar en humildad dado que, en ocasiones, ante la obviedad me cuesta transigir ante aquellos que se niegan a abrir su mente y aceptar la realidad. ¿Cuál de estas es vuestra más grande asignatura pendiente?
Otra lección que no tenemos más remedio que aprender por no desesperar es la importancia de aceptar las derrotas como parte del camino y, en el mejor de los casos, sacar aprendizajes que nos ayuden a avanzar con más fuerza y sabiduría. Y, a partir de aquí, también trabajar otra capacidad fundamental para vivir sin caer en una depresión constante: la resiliencia. Ser capaces de levantarnos cuando hemos caído, sea como fuere la caída. De nuevo, nuestra humanidad hace que requiramos de un periodo de dolor o luto, pero no lo podemos eternizar, tenemos que volver a andar con el jefe bien arriba.
Desgraciadamente, la sociedad actual nos está convirtiendo en seres con queja constante, con poca o nula capacidad de rehacernos. La queja es estéril, no nos lleva a ninguna parte más que a una depresión casi “buscada”, nuestro cobijo se encuentra en que la gente a nuestro alrededor nos diga “Pobre…”. De hecho, los más jóvenes (y, en ocasiones, los no tan jóvenes), buscan esta falsa misericordia en las redes sociales compartiendo frases cargadas de un falso romanticismo anímico. Queremos que nos acompañen en un llanto que, en muchos casos, es injustificado. Tendríamos que aprender, por el contrario, a pedir su apoyo real en aquellos casos en que nuestro dolor en el alma es verdadero. Un apoyo en que la amistad o el amor genuinos se convierten en un bálsamo que nos empuja a levantar la cabeza de nuevo.
Ya en los últimos versos, Kipling rima sobre la grandeza de aquellos que tratan a todo el mundo del mismo modo con indiferencia de su estatus económico o social; ¿cuántas veces despreciamos a aquellos que consideramos inferiores o solo tratamos como personas a las que nos pueden ofrecer favores de un tipo u otro? La fraternidad universal tendría que formar parte de nuestra esencia de seres “superiores”.
Por último, se nos anima a vivir cada instante de nuestras vidas con conciencia, sin vacuidad, porque la vida es un don que nos viene dado y lo tendríamos que apreciar como tal. ¿Cuántas veces nos quejamos porque no sabemos qué hacer, porque nos aburrimos o porque el tiempo se nos pasa lento? Cuántas cosas podríamos hacer en aquellos minutos, en aquellas horas que no volverán... Aprendamos a hacer de la vida una experiencia digna de ser vivida.