(Blog) Cosas “mal vistas” que me gusta hacer
Los que tan solo lean el título de este post pensarán que soy una revolucionaria a quién le gusta provocar e ir contracorriente, quizás hay un poco de esto pero no tanto como podríais pensar. Cómo sea, en estas líneas, me gustaría compartiros toda una serie de cosas que hago a pesar de que no siempre sean muy aceptadas por la sociedad o por el grupo. Es más, continuaré haciéndolas a pesar de todas las críticas que he recibido y recibiré.
Escrito por: Marta Abad
1. Preguntar cuando no sé o no entiendo. Parece obvio, ¿verdad? Pues yo descubrí bien pronto, quizás ya en la escuela, que la gente no preguntaba cuándo no seguía una explicación. No sé si por vergüenza, por ego, por pereza, por carencia de interés...yo sí lo hacía ya entonces y lo sigo haciendo hoy en día, tanto en mis espacios formativos como cuando, con amigos o conocidos, se habla de cualquier tema del cual sé poco o nada. Esto me ha llevado a no ir vendida a los exámenes, a aprender muchas cosas nuevas e, incluso, a desarrollar un espíritu crítico hacia a aquello que los otros están compartiendo. No sé y, honestamente, tanto me da si en alguna ocasión han pensado que soy inculta, corta de miras o una pelmaza (he llegado a decirle a algunos profesores en tres ocasiones que no estaba entendiendo su explicación), seguiré haciéndolo porque me apasiona aprender y, porque lejos de otro tipo de consideraciones, creo que cuestionar es una señal de interés y respeto hacia nuestro interlocutor.
2. No aceptar la opinión mayoritaria si realmente no la comparto. A lo largo de mi vida, me he sentido absolutamente cuestionada por temas en que, simplemente, tenía una opinión o posicionamiento diferente al más extendido. No comulgo con el actual feminismo y he tenido que escuchar frases del tipo: “Cómo puede ser que no te des cuenta del machismo imperante?” o “Mujeres como tú no ayudan”. Para buscar la fe o defender la religión, me han espetado: “No es de personas inteligentes” o “No es propio de ti”. Y como estas, os podría compartir muchas otras. ¿Qué derecho tienen los otros a opinar sobre las opiniones y vidas ajenas siempre y cuando no provoquen ningún mal? Si una cosa tengo clara es que no me forzaré a aceptar el statu quo simplemente para encajar, para ser aceptada. Tener ideas propias y basadas en mis valores es algo demasiado preciado para mí como para renunciar a cambio de una falsa pertenencia al grupo o a la sociedad.
3. Decir a mis amigos las cosas buenas pero también las malas. Tengo pocos amigos, muy pocos y ya me está bien así. La honestidad y la sinceridad son pilares básicos de mi concepto de amistad así que, siempre que tenga motivos (que no opiniones ultra subjetivas) para hacerlos saber que se pueden estar equivocando o haciendo daño, lo hago. Pienso que las relaciones sanas nos tienen que hacer crecer como personas y la única manera de conseguirlo es ser conscientes de nuestras debilidades y neuras insanas. ¡Cuidado! Esto no quiere decir que no tolere las limitaciones de los míos, no es esto; simplemente pienso que la verdadera amistad nos ayuda a mantener los ojos abiertos. Y, por supuesto, esto espero también de los míos. Refuerzo y apoyo pero no teñidos de hipocresía o “bien quedar”.
4. No celebrar ciertas fechas señaladas. Aquí, admito que puedo llegar a ser, simplemente, odiosa. Borré mi fecha de cumpleaños de todos aquellos espacios donde podía hacerlo a fin de no recibir felicitaciones obligadas y rutinarias; de copiar-pegar, vaya. No me gustan las falsas muestras de interés, punto. Cómo escribía más arriba, tengo pocos amigos pero sé que su fidelidad y amor hacia a mí son reales. El resto, me sobra o, como mínimo, no suma para hacer expandir mi alma. E, incluso si estos pocos amigos no saben o no recuerdan mi fecha de cumpleaños, ¡me da igual! Con ellos mantengo un contacto estrecho en el día a día y ese es el mejor regalo que puedo recibir en la vida.
5. Sinceridad en las entrevistas de trabajo. Después de haber vivido muchas cosas dolorosas a lo largo de mi vida, sé aquello que me perjudica y aquello que no quiero en mi camino. En las entrevistas de trabajo soy muy clara en este sentido: no jornadas infinitas, no malos ambientes con ambiciones descontroladas, no personas/responsables desconfiados injustificadamente. Sé que algunos de estos requisitos me han cerrado puertas pero sé que los caminos que había detrás de estas puertas no eran para mí. Pienso que no soy muy exigente, el problema es que la mayoría de personas se callan estas cosas para incrementar sus opciones. No lo he hecho y no lo haré, quiero poner todas las cartas sobre la mesa para jugar justo.
Podría seguir enumerando toda una serie de comportamientos bastante típicos de mí y que, como los ya mencionados, me han generado algunos problemas y sé que lo seguirán haciendo. Ahora bien, tengo la conciencia tranquila porque pienso que ninguno de ellos es nocivo por los demás y sí que está alineado con aquello que hay en mi corazón, con mi esencia.
Me encantaría vivir en un mundo en que aun respetando a los otros y no haciéndoles daño, todos y cada uno de nosotros fuera fiel a sí mismo. ¿Tú lo eres?