(Blog) Sant Jordi
Podría comenzar este relato de numerosas y variadas maneras. Por ejemplo, podría narrar la leyenda de Sant Jordi, que dio origen a esta jornada tan popular.
Escrito por: Pedro Villena
Sí, ya sabéis, lo de que hace mucho tiempo, en una galaxia muy, muy…, uy, perdón, eso no. En qué estaría yo pensando. Retomemos la leyenda. Hace mucho tiempo, en una población de Catalunya llamada Montblanc, existía un feroz dragón que atemorizaba a los habitantes del lugar y devoraba los animales de pasto, personas y todo lo que se ponía por delante. Para calmar la ira del dragón, los habitantes decidieron que cada día sacrificarían a una persona, escogida por sorteo, y se la ofrecerían como señal de buena voluntad. Y así, cada día, un ciudadano de la villa era sacrificado para mantener al dragón contento. Pero un día la persona elegida por sorteo resultó ser la hija del rey. Cuando el dragón la iba a devorar, apareció un valeroso caballero a lomos de su caballo para enfrentarse a la bestia. Era Sant Jordi, que le clavó su lanza, y de la sangre del dragón surgió un rosal de rosas rojas. Y en base a esta leyenda, es por lo que celebramos cada 23 de abril, Sant Jordi. Por cierto, gracias al Ajuntament de Barcelona, por el texto de la leyenda, que yo sabía que era algo así, pero desconocía algún que otro detalle.
Podría también comenzar este relato hablando de las actividades que se celebran todos los años en Catalunya con motivo de este acontecimiento. Las paradas o puestos ambulantes que se reparten por muchas de las ciudades y pueblos y donde podemos comprar rosas y libros para regalar a nuestros allegados. En la ciudad de Barcelona, es cautivador el ver miles de personas por las calles más céntricas paseando y recorriendo dichos puestos para observar y comprar algún libro que regalar a la persona querida o una bonita rosa de muchos colores diferentes.
Aprovechando esas últimas líneas, podría comenzar este relato hablando de la tradición inicial en la cual los hombres regalaban una rosa a las mujeres y las mujeres a los hombres un libro. Afortunadamente, hoy en día, hemos aparcado esas limitaciones, y las rosas y libros son comprados por personas de ambos sexos para regalar a aquellas personas que aman o aprecian, independientemente de su condición sexual y género. Sant Jordi es una festividad en la que la generosidad y el amor no entienden de barreras absurdas.
Por otra parte, en un alarde de palabrería escrita, podría comenzar este relato hablando de que Sant Jordi se celebra en infinidad de países, cada uno con sus particularidades y leyendas propias. Y que la costumbre de regalar flores y libros, ha dejado de ser un acontecimiento eminentemente catalán, para ser exportada a todo el mundo, como por ejemplo, Japón, donde rosas y libros se regalan a los seres queridos.
Podría, además, iniciar este escrito, hablando de que el 23 de abril, aparte de celebrarse Sant Jordi, se conmemora el día internacional del libro. En esa fecha, murieron tres escritores famosos, a saber: Miguel de Cervantes Saavedra, Inca Garcilaso de la Vega y William Shakespeare. Aunque, en honor a la verdad, tanto el primero como el último de los escritores citados, no fallecieron en esa fecha. Asimismo, en esta fecha concreta, fallecieron otros ilustres escritores, como Josep Pla, Vladimir Nabokov, Maurice Druon…
Incluso, si me apuras, podría iniciar esta narración, utilizando una frase famosa, de origen más o menos desconocido, empleada en ocasiones como maldición y usada en películas, libros y discursos: “ojalá vivas tiempos interesantes”. Y es que, debido a las circunstancias que nos ha tocado vivir en estas fechas en el mundo entero, el día del libro del 23 de abril de 2020, no se podrá celebrar, debido a esos “tiempos interesantes” y que nos ha llevado, como sociedad, a estar confitados, perdón, confinados, y dejar esta celebración para un futuro que, esperemos, sea cercano.
Así, finalizando la introducción, creo que empezaré a hablar sobre el día de Sant Jordi con… ¿qué, perdón? ¿Que se me ha acabado el espacio para escribir? Pero si todavía no había decidido con qué comenzar…. No, si ya, ya sé que me he alargado con el preámbulo, pero es que…, si, si, vale, claro, sí. Quedamos así. Vale. Adiós.
Nota mental: no pasarme con el preámbulo y pasar directamente al asunto requerido.