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(Blog) De lo antiguo y lo moderno

piramidesHace unos días se descubrieron 59 sarcófagos intactos en Egipto, en la necrópolis de Saqqara, al sur de El Cairo. Esos 59 sarcófagos de madera pintada, que se encuentran en magnífico estado de conservación, conservaban todos ellos sus momias en el interior e intactas.

Escrito por: Pedro Villena

La noticia en sí no tendría más recorrido que una mera curiosidad para la mayoría de personas y en algunos casos, ni siquiera eso. En cambio, aquellas personas a quienes les interese la historia, la arqueología, la egiptología o conocer más sobre la evolución de las distintas civilizaciones que han habitado sobre la tierra, pues le sacarán más jugo a esa noticia y se interesarán en averiguar todo lo que puedan sobre el tema.

 

El caso es que esa noticia me hizo pensar (sí, alguna vez lo hago) en cómo algunas edificaciones u objetos realizados por diversas culturas hace miles de años, siguen hoy en día en pie y continúan revelando sus secretos y maravillando a millones de personas. Construcciones megalíticas, pirámides de Egipto y de otras muchas civilizaciones, pinturas rupestres, Zigurat de Ur, Stonehenge, Angkor Wat, Petra, Persépolis, Mausoleo de Qin Shi Huang e innumerables obras y vestigios alrededor del mundo, que dan fe del paso por el tiempo de multitud de civilizaciones.

 

Todo ello me lleva a la segunda idea que se me pasó por la cabeza (¡dos en un día!) tras leer la noticia de los sarcófagos de Egipto. Y es que cómo es posible que construcciones que se realizaron hace, en algunos casos, miles de años antes de Cristo, aún hoy en día se mantengan en pie, moderadamente en buen estado. En aquellos pretéritos tiempos las herramientas de trabajo empleadas eran básicamente la fuerza bruta, ya sea humana o animal, y toscas herramientas de hueso, madera, piedra, cobre, hierro y poco más. Aún y así, aún podemos contemplar dichas obras y asombrarnos de los logros obtenidos por aquellos pueblos.

 

Y en contraposición a esta idea, me viene a la cabeza que en los tiempos actuales, con la inmensa tecnología que satura nuestras vidas, con la miríada de instrumentos disponibles para el diseño y la construcción de infraestructuras a lo largo y ancho del planeta, con la absurda idea del “y yo más”, con la prepotencia de los estados, y en algunos casos, ingenieros, arquitectos y mentes pensantes, con el ego desmesurado de muchos creadores y no pocos estados por conseguir fama, posteridad y dinero, se lanzan a la construcción de megaestructuras y proyectos faraónicos, que en su mayoría nada aportan a excepción de servir de medio para mayor gloria y boato de esos mismos gobiernos, estados, arquitectos, y que en no pocos casos, son proyectos fallidos.

 

Como puentes recién construidos que a los pocos años se colapsan y se derrumban, matando a todas las personas que lo transitaban; o rascacielos extravagantes recubiertos de espejos, que una vez construidos, crean un aumento de temperatura infernal a los pies del mismo edificio; o bloques de pisos que nada más ser construidos, se desploman hacia atrás por fallos de diseño, cimientos o terrenos no aptos para la construcción; o grandes complejos turísticos en medio de un desierto y multitud de otros ejemplos que, quien tenga curiosidad, puede descubrir con una mirada por internet.

 

Y no hace falta irse muy lejos para encontrar desastres arquitectónicos. Sin ir más lejos, en Barcelona, podemos “admirar“ una cúpula de protección en un mercado semanal, en la cual no tuvieron en cuenta que cuando llueve, se moja todo lo que hay debajo, al lado de una gran plaza en la que con cada nuevo gobierno municipal que entra, cambia su diseño. O una basílica inacabada, que se demora en el tiempo mientras campan a su gusto diferentes arquitectos y miles de euros en entradas.

 

Estoy seguro que dentro de cinco mil años, si el planeta aún sigue girando, la mayoría de nuevas construcciones realizadas en tiempos modernos no seguirán en pie, mientras que por ejemplo, la efigie de Giza seguirá maravillando al mundo. Y si me equivoco, bueno, tampoco pasa nada. Total, me da que dentro de cinco mil años no estaremos por aquí ninguno de los presentes para comprobarlo.

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