(Blog) Cursor
Hay días en que te sientas delante del ordenador, abres tu programa de texto favorito y te dispones a escribir algo que te ha ocurrido, que te ha inspirado, llamado la atención o cualquier otra cosa que pase por tu cabeza y quieras plasmar en el procesador de texto. Y ahí estás tú, con una gran hoja en blanco y un cursor parpadeando incansablemente, listo para recibir las letras impresas en tu teclado y que conformarán la historia que quieres contar.
Escrito por: Pedro Villena
Pero hay otros días en los cuales al sentarte delante del ordenador, abierto el procesador de texto, vista la hoja en blanco y ese cursor apareciendo y desapareciendo constantemente, cual intermitente de coche, o estado de ánimo interno, posas tus manos sobre el teclado y te quedas allí, sin saber qué escribir, qué contar, que letras usar para que esa hoja en blanco se llene de palabras, y que ese cursor, impertérrito, no siga acosándote esperando obstinado tu escrito.
Quizás es que las nueve Musas griegas, hijas de Zeus y Mnemosine, la memoria, no hacen acto de presencia. Se cuenta en los textos clásicos, que en los festines de los dioses las Musas cantaban, y Apolo les hacía acompañamiento con la cítara. Se dice que bajaban a la tierra y buscaban a los hombres cuya inspiración han de alimentar. Estos hombres privilegiados oyen entonces sus voces y las toman como ideas y pensamientos propios, de los que ellos mismos son a veces los primeros en sorprenderse.
Al principio, las nueve Musas contribuían todas en común a fomentar la inspiración de los hombres. Después, cada una de ellas presidió determinadas funciones. Como Calíope, la más augusta de las nueve y la principal. Musa de la poesía épica y heroica, y protectora de la elocuencia. Su nombre significa “la bella voz” y era representada con una corona de laurel. O Terpsícore, musa de la danza, llamada la “amante del baile”. O Erato, “La adorable”, musa de la poesía romántica y protectora del amor. O cualquiera de las restantes, que, en ocasiones, por más que las busques y ansíes su presencia, brillan por su ausencia.
O quizás, sencillamente, sea que en otras ocasiones, cumplido todo el ritual citado anteriormente, sin dejar de observar ese constante cursor, tienes que morderte la lengua, reprimir tus impulsos de sacar todo lo que tienes dentro, de explicar todas y cada una de las cosas que te han sucedido en los últimos días, pero sabiendo que es mejor dejar enfriar tus pensamientos, porque quizás las palabras dichas en caliente, no sean una buena opción. Que quizás sea mejor dejar pasar el tiempo, y analizadas fríamente tus ideas, puedas entonces, sentarte en el ordenador, abrir el procesador de texto y teclear algo relevante, interesante, emotivo o sencillamente, dejarte llevar y llenar esa hoja en blanco de letras, palabras, frases y oraciones que signifiquen algo, y olvidarte de esa raya vertical, que te acosa incansable desde la pantalla del ordenador.