(Blog) Depende
Si preguntásemos a todas y cada una de las personas de la Tierra, qué es para ellas la felicidad, o qué les hace feliz, probablemente tendríamos una variedad innumerable de respuestas diferentes, quizás tantas como personas.
Escrito por: Pedro Villena
Y es así porque lo que puede hacer feliz a una persona, puede ser completamente distinto de lo que hace feliz a la persona de al lado, ya que es algo que depende de la subjetividad de cada individuo en concreto, de su situación, su estado de ánimo, de las experiencias de la vida y cualquier otro motivo que forma la manera de ser de una persona en concreto.
Para algunas personas la felicidad se alcanzaría con algunos bienes materiales, ya sea por tener el automóvil deseado o una segunda residencia en la playa o la montaña, un televisor más grande, una casa más amplia, un yate, un avión particular o cualquier objeto o bien material que pueda ser adquirido con dinero. Para otras personas quizás la felicidad resida en lo que se suele llamar “esas pequeñas cosas” de la vida.
Poder contemplar un amanecer o una puesta de sol, tomarse un café en una terraza rodeado por los amigos o familiares o acurrucarse en el sofá con la pareja, tapados con una manta y viendo algo en la televisión comiendo palomitas. Escuchar tu música favorita; hablar por teléfono o en videollamadas con amigos, cercanos o lejanos, familiares, como unos abuelos con sus nietos o unos padres con sus hijos de Erasmus en la otra punta del planeta; contemplar el mar; oír cantar a los pájaros o cualquier otra actividad que nos llene de felicidad por unos instantes, son otros recursos. Viajar a sitios remotos, una buena conversación, un beso en un portal, el olor de un libro recién impreso, la sonrisa de un niño. Cada quien encuentra su trocito de felicidad.
Pero también hay cosas más importantes que lo material o lo bucólico. Por desgracia, en innumerables lugares de la Tierra, alcanzar un poco de felicidad reside tan sólo en encontrar un trozo de cartón lo suficientemente grande para guarecerse del frío de la calle, cuando has perdido todo en la vida e intentas sobrevivir a la intemperie. Y en partes enormes de algunos continentes, la felicidad consiste en lograr un poco de agua al día, o que tus hijos e hijas sobrevivan un día más aunque no tengan nada de comida que llevarse a la boca.
Que sus cosechas no sean devastadas por plagas de insectos, fuegos, inundaciones o porque por fin, tras multitud de tiempo esperando, llegue alguna vacuna o medicamento que pueda salvar sus vidas o que puedan soportar un día más de abusos físicos, o encontrar algo que puedan vender o comer mientras rebuscan entre la basura. Todas esas cosas, que los habitantes del “primer mundo” tan sólo vemos a través de una pantalla, pero que es una realidad diaria para muchos millones de personas, y que para ellas, esa sea la máxima expresión de la felicidad.
El día 20 de marzo, la ONU celebra el Día Internacional de la Felicidad, para reconocer la relevancia de la felicidad y el bienestar como aspiraciones universales de los seres humanos. Ese día, por lo visto, los millones y millones de personas de este mundo, seremos todas felices mientras miramos a otro lado cuando veamos algo que nos pueda empañar esa felicidad. Pero bueno, en la medida de las posibilidades de cada uno, intentaremos lograr un poco de felicidad, aunque tan sólo sea de pensamiento.
Y como la felicidad es algo tan abstracto, personal e indefinido, es por lo que este relato lleva el título que lleva. Una palabra que hace referencia a una sabia y profunda reflexión que se debe al escritor y pensador Ramón de Campoamor (1817-1901) y que en su poema de 1846 Las dos linternas dice: “En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira, todo es según el color del cristal con que se mira”. Y punto.