(Blog) Nuestro futuro
Es obvio que el futuro debemos llamarlo, invocarlo o soñarlo, sino nunca podríamos esperarlo. Con nuestros actos y nuestra propia determinación condicionamos que algunos acontecimientos sean provechosos u otros nos pasen por delante de los ojos, y precisamente estos son los que más rechazamos, en general, a priori.
Escrito por: Maria del Mar Castuera
Nunca podremos saber qué es lo que más nos interesaba hasta que no ha sucedido y, por tanto, con la edad, olvidamos los ideales, los deseos y el “sueño de nuestra vida” para hacernos mucho más prácticos con todo aquello que vemos y que nos acontece a lo largo de los años.
Con los años ya no importa tener imaginación. Con la edad recogemos lo que empezamos a realizar en aquellos instantes juveniles de nuestra determinación y lo incorporamos a nuestras vidas. Así, todo lo que era futuro soñado, puede convertirse en futuro realizado si actuamos de acuerdo con nuestra idea preferida.
Lo cierto es que el ser humano se siente propiciado a reconocer unas señales o signos llenos de sentido en cada lugar y en cada momento que pasa; todo nos parece muy significativo para seguir adelante a través del sendero que hemos querido y no por el camino que vemos diferente al que nos gusta personalmente. Por todo esto, quiero decir que el futuro lo estamos creando nosotros porque nos lo creemos ante todo.
Nuestro futuro también se refiere a nuestra propia configuración del talante que nos define, con una forma de ser parecida al arrebato nunca evitaremos organizar algunos escándalos, un buen día, en la cola del mercado; pero tampoco podremos evitar experimentar ciertas alteraciones de nuestro simpático sistema con alteraciones emocionales en un posible escenario musical.
Tampoco una forma de ser dulce y sensata será propicia a conquistar a los ídolos de belleza del mundo capitalista; pero este dulce talante podría escribir buenas canciones o poesías al trabajar en su día a día solo o sola. Con estas últimas vocaciones que son de carácter intimista (más que las primeras profesiones), o también convertirse en unos buenos operarios de la inyección de plásticos, electricistas o cocineros.
He hablado del destino porque considero que somos lo que pensamos, pero nuestros deseos son inefables y nuestros afanes a menudo improductivos.
No recordamos, por lo general, que hemos venido a vivir el presente y a sentir, nunca en absoluto a deshacernos del pasado. La palabra oír significa muchas veces “escuchar”.
Si no tenemos la noción de pertenecer a nuestro cuerpo físico y real, podemos perdernos en un mar de traviesas fantasías que nos llevarán al purgatorio y al infierno. Por eso debemos dibujar una personalidad física y/o material que responda ante los demás seres humanos y sus propuestas a veces poco parecidas a las nuestras.
No tengo muchas propiedades, apenas tengo. Lo que puedo es tener cositas que me hago mías al tocarlas, mirarlas a menudo y también cambiando su sitio dentro de mi apretada cámara de dormir.
Sé plenamente que debemos deshacernos de todo lo que ya no se puede utilizar, pero yo muchas veces todo esto me lo guardo porque me hace pensar en los recuerdos que guardo sobre estas pertenencias que significaron una novedad en mi vida suficientemente larga y cansada. O sea que, sin embargo, yo recuerdo algunos objetos, vestidos y libros que ya no tengo por culpa de haberlos tirado a la basura y que ya no puedo observar ni tocar.
No quería nada y no quise tenerlo, pero hoy en día estoy viendo que, aunque no quisiera poseer cosas con propiedad, toda la casa se va llenando de cositas que se acumulan por culpa ajena y que no te puedes deshacerte de ellas para que también las utilizara.
Y el cariño que me dan estos objetos pequeños me ayuda un poco a cogerme a la vida, a la realidad, al presente, a esta ciudad, a la tierra.
Luego podemos llorar porque hemos perdido algún objeto que queríamos, pero esta vida nos enseña que todo lo que nos rodea es sólo una realidad efímera, que todo es relativo en este mundo, que nunca existe un retorno y todo vuelve.