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El 24 de septiembre ha sido el día de nuestra patrona. Seguramente ha habido buenas exhibiciones del Águila, de la Tarasca y de la Víbria, acompañadas de insignes reyes y cabezudos que hace muchos años que han dejado de perseguir a los niños.
Ahora ha hecho cincuenta años que fui por primera vez, con más de un millar de niños de escuela, a la ciudad de Santiago de Compostela, en forma de Romería ferroviaria. Era en 1971 y cogimos un tren de 25 vagones con un centenar de maestros de escuela para viajar hacia la condonación papal de muchos años de beatitud purgatoria.
Parece que se ha acabado de repente aquel peligro tan malo de contagio del virus del Covid-19 que se podía coger con tu familia y en los numerosos lugares públicos de recreo o en el trabajo. A pesar de todo, cualquiera de nosotros tenía que salir de casa por fuerza con la famosa mascarilla encima del rostro.
¡Cómo me gustaría explicar todo lo que tendría que alabar cantando o dibujando artísticamente! Me gustaría expresar cómo marchará el más lógico sentido de mi vida si un día inexorable le pasa algo malo a la mujer anciana que me vio abrir los ojos a la vida; cómo llegarán los grandes y pequeños problemas materiales y de vivienda; las desazones entre nosotros, cinco hermanos, más discusiones, más líos... y todo porque la mujer que nos vio abrir los ojos al mundo ya ha hecho su camino vital y ahora toca hacerle el relevo.
Todas sabemos lo que está pasando en el continente europeo y somos conscientes de la irresponsabilidad que puede suponer. El camino más fácil para llegar de un lugar a otro es coercitivo a fin de doblegar la posible resistencia de algunas personas.
El día 7 de febrero es una fecha ilusionante para mí. Viene a ser como el día de los enamorados porque es la onomástica de mi pareja, que se llama Ricard como el Rey de Inglaterra de la Edad Mediana, y yo suelo hacerle algún tipo de regalo incondicional, como por ejemplo un disco o un libro.
Este año no queríamos hacer nada. Más bien no podíamos. Pero afortunadamente mi adorado hermano “holandés” se ha alquilado un apartamentito genial en la Costa Brava de Gerona, en Port-Bou, ya que allí viven unos amigos nuestros y a veces pasamos varios días.
El mes pasado hizo un calor extremo. Vivimos en un pueblo muy bonito, tocando el Berguedà, en Navàs, y subo cada día al atardecer después del trabajo desde Barcelona.
Nos habíamos jurado tantas veces entre nosotros dos que nunca volveríamos a hablar ni a encontrarnos, pero nos habíamos reunido tantas veces después de decirlo. Desde el día en que nos conocimos que no quisimos prescindir el uno del otro a pesar de que ya supiéramos que nunca pensaríamos igual sobre nada.
Este 23 es la Fiesta de San Jorge, el Día de la Rosa y el Libro. También da la casualidad de que William Shakespeare nació tal día como este y que el famoso Miguel de Cervantes murió un 23 de abril, durante el periodo Barroco en Europa.
Yo tengo un día guardado en el corazón que “al igual” no existe, pero que yo nunca olvido. A pesar de que pasen los años, sean o no bisiestos, yo puedo vivir un día más, un día para disfrutar, para hacer el perro o para guardar mis pesadillas; es el día 29 de febrero.
El mejor día mundial para todo el mundo tendría que ser el Día Internacional del Abrazo, el 21 de enero. Este día podemos tocar y acercarnos a la persona más enigmática, ansiada, añorada y siempre querida que vemos.