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Ayer domingo paseaba con mi pareja por las calles de la pequeña ciudad de donde él es originario y dónde vivimos. Nos gusta la vida sencilla, sin grandes acontecimientos o parafernalia, con lo cual, siempre que los deberes cotidianos lo permiten, disfrutamos de estirar las piernas en aquello que ya podemos denominar nuestro recorrido habitual.
Quien lea el título de este post no entenderá nada o, en el mejor de los casos, creerá que se trata de una hipérbole, nada más que esto. Para mí, no hace sino reflejar una realidad. Bien es verdad que le debo la vida a mis padres, tanto la biológica como todo el resto: los estudios, el sustento durante muchos años, el apoyo en la enfermedad...etc. Ahora bien, si no hubiera contado con la lectura como refugio de mi sufrimiento, de mi cruz, dudo mucho que ahora estuviera aquí. Quizás creéis que exagero pero esta es una de mis grandes verdades.
Personalmente, y más allá de la bondad, una de las virtudes que más espero y admiro de otras personas es la coherencia. Y antes de tratar de desarrollar este pensamiento, dejaré clara una cosa que considero prácticamente un axioma: no pido de otros aquello que yo no ofrezco o no puedo ofrecer; otra cosa me parecería del todo injusta.
Cada año el 8 de marzo, oficialmente desde el 1975, se celebra el Día Internacional de la Mujer. Los que habéis leído algunos de mis posts, bien sabéis que no soy partidaria de celebraciones de ningún tipo en fechas fijadas sino de hacer de cada día un motivo de alegría siempre que las circunstancias lo permitan. En cualquier caso, aprovecharé la ocasión para hacer una pequeña reflexión basada en mi experiencia y, sobre todo, en mis valores.
En 2007, las Naciones Unidas proclamaron el 20 de febrero como día Mundial de la Justicia Social pero, ¿qué significa este concepto o qué conceptos engloba? Entendemos principalmente los siguientes: igualdad social, igualdad de oportunidades, estado del bienestar, pobreza, distribución de la renta y derechos laborales.
Si podéis, os pido que cerréis los ojos y que penséis en un momento en que os hayáis sentido tranquilos, en paz con vosotros mismos, contentos de vivir e, incluso, con una sonrisa en los labios o, como mínimo, con la huella de la alegría en el corazón. Seguro que cada uno de vosotros pensará en una situación muy diferente. Ahora bien, me atrevería a afirmar que, en la mayoría de los casos, se tratará de pequeños instantes de la vida cotidiana en que el dinero, el status, y los “fuegos artificiales” no tienen nada a ver.
Dentro de la categoría de “esas pequeñas cosas de la vida” que pueden dar a algunas personas un momento de felicidad, como ver un amanecer o tomar un café con los amigos, pasear por la playa con los pies descalzos o jugar con nuestras mascotas, supongo que también estará incluido contemplar el cielo en una noche estrellada y perderte en ensoñaciones mientras contemplas el infinito.
A lo largo de todo el año se conmemoran numerosos días internacionales dedicados a mil y una causas diferentes. Uno de esos días es el 7 de abril, fecha elegida por la Organización Mundial de la Salud, para dedicarle el Día Mundial de la Salud.
Si preguntásemos a todas y cada una de las personas de la Tierra, qué es para ellas la felicidad, o qué les hace feliz, probablemente tendríamos una variedad innumerable de respuestas diferentes, quizás tantas como personas.
Hay días en que te sientas delante del ordenador, abres tu programa de texto favorito y te dispones a escribir algo que te ha ocurrido, que te ha inspirado, llamado la atención o cualquier otra cosa que pase por tu cabeza y quieras plasmar en el procesador de texto. Y ahí estás tú, con una gran hoja en blanco y un cursor parpadeando incansablemente, listo para recibir las letras impresas en tu teclado y que conformarán la historia que quieres contar.
Aquellas personas que, como yo, ya tenemos una cierta edad, recordarán sin duda aquella imagen que se veía por las calles de todas las ciudades, en un día en concreto, en las cuales muchas personas deambulaban entre los ciudadanos con una especie de hucha metálica adornadas con unas cintas y que te colocaban una pegatina de color metálico en la solapa tras un donativo.
Es curioso cómo los seres humanos nos autosugestionamos con numerosos y variados asuntos que afectan a nuestras vidas. Una de estas fijaciones, por ejemplo, y aprovechando estas fechas, tiene que ver con el calendario.