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Son innumerables las especies de seres vivos que pueblan la Tierra. Desde los más diminutos, sólo visibles mediante el empleo de potentes microscopios, hasta las gigantescas ballenas azules, de hasta 30 metros de longitud. Aves, mamíferos, plantas, microbios, insectos, artrópodos, líquenes y muchas más especies de seres vivos, englobados en diversas categorías. Una de esas especies es el ser humano.
Partiendo de un muy breve fragmento del Nuevo Testamento, hemos acuñado la frase popular “la fe mueve montañas” para referirnos a la importancia de creer en algo para conseguir que se haga realidad. A pesar de que el origen de la misma sea cristiano y, por lo tanto, religioso, usamos la expresión para cualquier situación en la que esta actitud sea la más adecuada a fin de llevar a buen término nuestra empresa.
Para los que ya tenemos una edad, el año 1992 supuso un antes y un después en la manera de hacer periodismo en España. Tres adolescentes fueron brutalmente asesinadas en la localidad valenciana de Alcázar.
Cuando estalló la pandemia a nivel global y las cifras de afectados empezaron a contarse por miles a lo largo y ancho del planeta, se oyeron a muchísimos tertulianos, periodistas, politólogos y demás, expresando su opinión sobre tal acontecimiento por los diversos canales de comunicación, ya fuera radio, televisión o internet.
Dentro de la categoría de “esas pequeñas cosas de la vida” que pueden dar a algunas personas un momento de felicidad, como ver un amanecer o tomar un café con los amigos, pasear por la playa con los pies descalzos o jugar con nuestras mascotas, supongo que también estará incluido contemplar el cielo en una noche estrellada y perderte en ensoñaciones mientras contemplas el infinito.
A lo largo de todo el año se conmemoran numerosos días internacionales dedicados a mil y una causas diferentes. Uno de esos días es el 7 de abril, fecha elegida por la Organización Mundial de la Salud, para dedicarle el Día Mundial de la Salud.
Estaba rebuscando entre mis neuronas algún tema del cual escribir. Y es que las musas no estaban mucho por la labor de echarme una mano, de hecho, todo lo contrario, por lo visto. Cuando me acercaba a las estribaciones del monte Olimpo, no encontré nada más que un paraje desértico y desordenado en el lugar donde se reunían.
Es una pena que muchas personas, demasiadas, se pasen una buena parte de su vida buscando las diferencias entre sus congéneres, poniendo diversos adjetivos calificativos, etiquetando a las personas de su alrededor con una facilidad pasmosa. Etiquetas como blanco, negro, gordo, feo, bajo, raro, listo, tonto, hetero, gay, etc, son palabras comunes en el hablar diario de cualquier persona. Y etiquetas peores aún que se lanzan arbitrariamente contra cualquiera.
Ya se empieza a notar cómo las temperaturas aumentan, anunciando la llegada del verano. Cada año que pasa, este acontecimiento de subida gradual del termómetro se avanza un poco más, haciendo que entre el final del invierno y la llegada del verano pase un lapso de tiempo menor, dejándonos una primavera más y más corta cada año que pasa.
Ayer domingo paseaba con mi pareja por las calles de la pequeña ciudad de donde él es originario y dónde vivimos. Nos gusta la vida sencilla, sin grandes acontecimientos o parafernalia, con lo cual, siempre que los deberes cotidianos lo permiten, disfrutamos de estirar las piernas en aquello que ya podemos denominar nuestro recorrido habitual.
Quien lea el título de este post no entenderá nada o, en el mejor de los casos, creerá que se trata de una hipérbole, nada más que esto. Para mí, no hace sino reflejar una realidad. Bien es verdad que le debo la vida a mis padres, tanto la biológica como todo el resto: los estudios, el sustento durante muchos años, el apoyo en la enfermedad...etc. Ahora bien, si no hubiera contado con la lectura como refugio de mi sufrimiento, de mi cruz, dudo mucho que ahora estuviera aquí. Quizás creéis que exagero pero esta es una de mis grandes verdades.
Personalmente, y más allá de la bondad, una de las virtudes que más espero y admiro de otras personas es la coherencia. Y antes de tratar de desarrollar este pensamiento, dejaré clara una cosa que considero prácticamente un axioma: no pido de otros aquello que yo no ofrezco o no puedo ofrecer; otra cosa me parecería del todo injusta.